¿Perros celosos? Nuevas evidencias científicas

¿Los perros son celosos?
¿Los perros son celosos?

Hoy sabemos que los perros experimentan las llamadas 6 emociones básicas: sorpresa, miedo, ira, tristeza, asco y alegría. Estas emociones son aquellas que en los seres humanos se reflejan en expresiones faciales. Sin embargo aún no podemos saber con seguridad qué sucede con las llamadas emociones complejas y los perros ¿Pueden los perros experimentar culpa, celos, envidia, y otros sentimientos complejos en que se articulan las emociones básicas como sucede con los seres humanos? Debemos ser prudentes. Hoy sabemos que lo que la gente suele entender como sentimiento de culpa de su perro por haber roto cosas mientras estaba solo en la casa, no es más que una reacción de miedo hacia la expresión de enojo del dueño. La investigadora Alexandra Horowitz se encargó de determinar ésto comparando la reacción de perros “inocentes” y “culpables” y llegando a la conclusión de que todos reaccionaban de la misma manera ante un dueño que los increpaba independientemente de lo que hubieran hecho cuando se encontraron solos (*). ¿Y qué pasa con los celos? Es difícil saberlo sin ser perro, pero hoy tenemos algunas novedades provenientes del estudio científico de la sentiencia animal.

Según un estudio publicado recientemente por Peter Cook y otros (**) en los que se combinó la evaluación de agresividad en perros mediante la escala C-BARQ con imágenes de resonancia magnética funcional (fMRI) para observar la actividad del área encefálica involucrada en las conductas de agresión, los perros con puntajes más altos en la escala de agresión manifestaron consistentemente mayor actividad de esta región, llamada amígdala, cuando su cuidador le daba comida a un perro falso (realizado con realismo) que cuando la misma persona ponía la comida en un balde.

 

Vista del perro falso (realístico) visible a través de la apertura del resonador magnético usado para este estudio

De los resultados del estudio se desprende que el mecanismo podría ser similar al de los celos humanos, lo que se suma a las crecientes evidencias de que las diferencias en actividades cerebrales específicas se correlacionan con diferencias en el temperamento canino. Debido a que las respuestas de la amígdala son susceptibles de habituación cuando una interacción es observada con repetición, se sugiere que la exposición repetida a situaciones conflictivas podría ser una intervención conductual adecuada en el trabajo con perros potencialmente agresivos.

(*) Disambiguating the “guilty look”: salient prompts to a familiar dog behaviour. Horowitz, Alexandra – Behavioural Processes 2009 Jul ; 81(3):447-52(**) Jealousy in dogs? Evidence from brain imaging Peter Cook, Ashley Prichard, Mark Spivak, Gregory S. Berns – Animal Sentience 2018-117

 

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