Mi perro se come su caca ¿Qué puedo hacer?
La coprofagia es el comportamiento por el cual los animales ingieren excrementos. Es una conducta habitual en muchas especies y cumple diferentes funciones. En los perros también es una conducta habitual de las madres cuando paren para mantener el nido limpio y es algo que los cachorros aprenden a hacer por imitación.
El problema surge cuando la conducta se mantiene en la vida adulta del perro ya que además de resultar molesto y desagradable para los dueños, puede suponer un problema para el animal ya que corre el peligro de contraer enfermedades vírales como la hepatitis o la parvovirosis, entre otras.
Muchas veces, animales que han estado encerrados durante mucho tiempo han desarrollado esa conducta como forma de alimentarse y de mantener el lugar limpio.
Técnicamente se pueden diferenciar tres tipos:
Autocoprofagia: el perro se come sus propios excrementos.
Coprofagia intraespecífica: se come las heces de otros individuos dentro de su misma especie.
Coprofagia interespecífica: ingiere excrementos de otras especies (por ejemplo de gatos).
Posibles causas
Como sucede con la mayoría de los problemas de conducta, es muy importante determinar las causas que desencadenan el problema para poder definir después el tratamiento más eficaz. Siempre se deben descartar las posibles causas orgánicas antes de pasar a considerar las ambientales.
Alimentación deficiente: es muy importante alimentar al perro con alimento de calidad ajustado a su raza y tamaño ya que muchos ingieren excrementos como suplemento nutricional a una alimentación pobre en nutrientes.
Alimentación insuficiente: aunque es menos habitual, muchos perros ingieren excrementos simplemente porque tienen hambre.
Enfermedades: si animales ya adultos de forma repentina empiezan a expresar la conducta hay que informar al veterinario ya que puede deberse a una insuficiencia pancreática exocrina o a una pancreatitis, entre otras cosas.Una vez descartadas las causas anteriores hay que empezar a buscar las causas en el ambiente, en el comportamiento del perro y en nuestras reacciones cuando lo presenciamos.
Por aburrimiento: como consecuencia de pasar mucho tiempo solo y desatendido o por un ambiente pobre en estímulos.
Por llamar la atención: cuando un dueño sorprende a su perro ingiriendo heces lo que suele hacer es regañarle efusivamente. En algunos casos es efectivo y el perro deja de hacerlo. Si a pesar de nuestras reprimendas el perro sigue realizando la conducta debemos plantearnos por qué no funciona nuestro castigo. Puede ser, y es bastante habitual, que el perro considere ese reto como una muestra de atención.
Por ansiedad: un estrés elevado y continuado puede desarrollar este tipo de hábitos en algunos perros.
Por higiene: en perros que viven en el exterior se puede dar esta conducta para mantener limpio su sitio por lo que es importante cuidar su espacio para que no se acumule suciedad que pueda precipitar la aparición de la conducta.
¿Qué podemos hacer?
Como hemos visto anteriormente, dependiendo del tipo de causas que hayan desencadenado el problema se deberán poner en marcha unos tratamientos u otros. Como muchas veces pasa, si la conducta se mantiene a lo largo del tiempo suelen estar interactuando varios factores a la vez por lo que seguramente debamos combinar diferentes técnicas.
Lo primero que hay que hacer es descartar problemas orgánicos informando al veterinario para que realice las comprobaciones necesarias. Una vez descartados, podemos empezar a aplicar técnicas.
Aversión al sabor: Es el tratamiento más común para la coprofagia. Los veterinarios pueden aconsejarte sobre la sustancia que podés mezclar con las heces para que provoque la aversión. Lo que se pretende es que el perro, al rato de ingerir los excrementos sienta malestar (que se lo provocará la sustancia con la que mezclamos las heces) y que este malestar lo asocie a la ingesta de heces. Este método se basa en “El efecto García”. John García fue un psicólogo norteamericano que describió un reflejo condicionado de rechazo de determinados sabores. El efecto García indica que a lo largo de la evolución, y para facilitar la supervivencia, se ha establecido un fuerte vínculo entre enfermedad y alimentos, lo que hará que los animales codifiquen como sospechosa la comida que se haya ingerido unas horas antes de que se sienta mal. Gracias a ésto, los animales que ingieren un alimento en mal estado, rápidamente asocian las nauseas o los vómitos a lo que han comido por lo que evitan comer lo mismo en el futuro y así previenen posibles enfermedades. Debemos mezclar la sustancia con todas las heces que se vaya a comer el perro hasta que observemos que la asociación se ha establecido (suelen ser necesarios muy pocos ensayos).
Para los casos de autocoprofagia o coprofagia intraespecífica entre perros existen complementos alimentarios que quitan el sabor atractivo a las heces.
Prestar atención: En aquellos casos donde pueda haber influido un ambiente pobre en estímulos, se deberá poner énfasis en enriquecer el ambiente: pasearlo más tiempo, hacerle hacer ejercicio, realizar juegos en casa, adiestramiento, etc.
No prestar atención: En la mayoría de los casos de coprofagia canina, aunque la causa original pueda ser un alimento inadecuado o una carencia de nutrientes, una vez solucionada esa parte observamos que la conducta se mantiene. Esto es debido a que posiblemente desde que el perro presenta el problema nos hemos comportado de distinta manera con él, quizá prestándole más atención, castigándole, retándolo, etc. Deberemos cambiar la tendencia ya que los perros rápidamente captan esa relación y utilizan la conducta para atraer la atención de sus dueños. Debemos empezar a poner más cuidado y reforzar aquellas conductas que queremos que se repitan en el futuro: que juegue tranquilo, que te obedezca una orden, etc.
Contracondicionar: Cuando el perro tenga la primera muestra de intención de comerse la caca, pedirle una conducta que se lo impida y que sea incompatible como “aquí”, “sentado” o “junto” y premiarlo efusivamente cuando lo consiga. Debe entender que la atención se la prestás por realizar la conducta que le pedís y no porque se acerca a las heces.
Bozal: Por último, y sólo para evitar que el perro consiga acceder a los excrementos cuando no estamos presentes, podemos utilizar un bozal de rejilla o canasta (no de nylon), pero sólo en el caso de que el perro esté habituado a él y no lo considere como un castigo.